domingo, 9 de agosto de 2009

OBRAS COMPLETAS DE ABRAHAM VALDELOMAR




El eternamente recordado Abraham Valdelomar Pinto (1888-1919), es, qué duda cabe, la máxima expresión de uno de los momentos literarios más ricos del Perú. Genial como pocos, cultivó casi todos los géneros literarios, destacando –hecho insólito– en todos ellos. Su obra no ha perdido valía pese a que en este año -2009- se celebra los 90 años de su muerte, tan llorada aún por sus seguidores, los amantes de la buena literatura. Más aún, ha venido cobrando cada vez una honda repercusión universal.

Ahora ya se puede visualizar y descargar de la red las obras de Abraham Valdelomar (obras depuradas y corregidas, no como esa basura que se encuentra en librodot y otras webs pestilenciales).


CUENTOS COMPLETOS (todos los cuentos de sus libros “El Caballero Carmelo” y “Los Hijos del Sol”, así como otros recopilados de periódicos y revistas).

POESÍA COMPLETA (según la recopilación publicada en 1988 por Luis Alberto Sánchez. Abarca la poesía propiamente dicha y la prosa poética).

NOVELAS:

La ciudad de los tísicos

La ciudad muerta

ENSAYO:

Belmonte, el trágico


BIOGRAFÍA:

La mariscala


LA NARRATIVA DE VALDELOMAR

CUENTOS

Con Abraham Valdelomar, poeta, narrador, dramaturgo, cronista y ensayista peruano (Ica, 1888 – Ayacucho, 1919), se inicia la renovación de las letras peruanas en el siglo XX. Es, qué duda cabe, el punto de partida de la narrativa moderna en el Perú.

En el campo de la prosística, Valdelomar abarcó numerosos géneros, pero ha sido en el Cuento donde realizó su mejor obra. Su prematura muerte, a los 31 años de edad, truncó una obra sumamente valiosa y aún así su legado abrió una luminosa senda para sus continuadores.

Dentro del cuento, Valdelomar tentó distintas formas que, siguiendo las denominaciones usadas por el mismo autor, podrían clasificarse en cuentos criollos, cuentos exóticos, cuentos incaicos, cuentos yanquis, cuentos chinos, cuentos cinematográficos, cuentos fantásticos y cuentos humorísticos, siendo los cuentos criollos los que marcaron con mayor intensidad y duración el proceso de la narrativa peruana. Los otros, aunque valiosos, no lograron independizarse sustancialmente del canon modernista (la corriente literaria vigente entonces), aunque algunos de ellos constituyen unos tímidos intentos vanguardistas.


Valdelomar publicó la mayoría de sus cuentos en revistas y diarios de la época. El primero de ellos fue “El suicidio de Richard Tennyson” (1910), “cuento yanqui”, que después volvería a publicarse con el título de “El círculo de la muerte”.

En vida Valdelomar publicó solo un libro de cuentos: El Caballero Carmelo” (Lima, 1918), que reúne 16 relatos; se trata de una especie de miscelánea cuentística, que abarca desde el costumbrismo hasta lo fantástico y donde destacan los llamados “cuentos criollos”, el primero de los cuales da el título a la obra y que es con toda seguridad uno de los cuentos más perfectos de toda la literatura peruana. Con un lenguaje sencillo, libre del artificio y cultismo extremo de la prosa modernista, nos remiten a la infancia del autor transcurrida en la aldea de San Andrés (cerca del puerto de Pisco) y nos muestra a un niño descubriendo entre asombrado y asustado los misterios de la vida y la muerte, del amor y la venganza, la realidad y la fantasía. Fue en su momento la propuesta de una narrativa localista, provinciana, autóctona, en una literatura peruana que hasta entonces había sido muy elitista y limeña; además, detalle importante que resaltar, aparece por primera vez el niño como protagonista de una narración peruana, que había sido hasta entonces muy adulta, así como la evocación de la vida del hogar, llena de un encanto y ternura como solo la fina sensibilidad de un escritor como Valdelomar lo podía hacer. Con esta obra la literatura peruana ingresa de hecho a la modernidad.

Valdelomar no pudo concluir sus grandes proyectos narrativos pues le sorprendió la muerte a temprana edad. Después de su fallecimiento se publicó otro libro de relatos que dejó listo para la prensa: “Los hijos del sol” (Lima, 1921), colección de “cuentos incaicos”, donde, bajo una dirección modernista de cepa romántica, reconstruye con un lenguaje lujoso y melódico, la idealización de un pasado incaico.

Todos los cuentos reunidos en sus dos libros, sumados a otros más que han sido recopilados por los editores, han sido organizados, según las denominaciones dadas por el mismo autor, de la siguiente manera:

* Cuentos criollos:

“El Caballero Carmelo”


“Los ojos de Judas”


“El vuelo de los cóndores”


“El buque negro”


“Yerba Santa”


“La paraca”


“Hebaristo, el sauce que murió de amor”.

* Cuentos exóticos:

“El palacio de hielo”


“La virgen de cera”

* Cuento cinematográfico:


“El beso de Evans”


* Cuentos yanquis:

“El círculo de la muerte” o “El suicidio de Richard Tennyson”


“Tres senas, dos ases”


* Cuentos chinos:

“Las vísceras del superior”


“El hediondo pozo siniestro”


“El peligro sentimental”


“Los Chin-Fu-Ton”


“Whong-Fau-Sang”

* Cuentos humorísticos:

“La tragedia en una redoma”,


“La historia de una vida documentada y trunca”


“Mi amigo tenía frío y yo tenía un abrigo cáscara de nuez”


“La ciudad sentimental. Un cuento, un perro y un salto.”


“Breve historia veraz de un pericote”


“Almas prestadas. Heliodoro, el reloj, mi nuevo amigo”.


* Cuentos incaicos:

-"Los hermanos Ayar"


-"El alma de la quena"


-"El alfarero (Sañu-Camayok)"


-"El pastor y el rebaño de nieve"


-“Los ojos de los reyes” o “Chaymanta Huayñuy (Más allá de la muerte)”.


-"El camino hacia el Sol"


-“Chaymanta Huayñuy” o "El hombre maldito"


-"El cantor errante"


* Cuentos fantásticos

“El hipocampo de oro”


“Finis desolatrix veritae”


Abraham Valdelomar. Fotografía de Don Martín Chambi, Cuzco, 1919. Fue publicado en "Los hijos del Sol" por Manuel Beltroy, en 1921.


LA POÉTICA DE VALDELOMAR. CARÁCTERÍSTICAS.

POESÍA

La poesía de Abraham Valdelomar es de una sensibilidad lírica extraordinaria que tiene como máxima expresión la de ser un vuelco hacia su interioridad. Pero esta interioridad debe entenderse como una experiencia directa e íntima (por tanto, creativa) de la realidad. En sus poemas se puede hallar el ritmo sensible, la cadencia armónica que ajusta sus notas excelsas en acompasado diapasón. Inclusive, en sus cuentos y ensayos se puede detectar la vena poética de su estilo.


En Tristitia, la pieza poética más celebrada por la crítica, el poeta describe la dulce experiencia de la infancia, con serenidad y tristeza, compensada con la paz de la aldea, la mansedumbre del mar, el cielo y la secuencia del sol. Otra pieza poética de gran aceptación y difusión en el ámbito literario es El hermano ausente en la cena de Pascua, en la cual pinta el ambiente familiar en términos afectivos y agradables pese al argumento, que, resta alegría, pues al día anterior a la Navidad, aunque todo parece igual, la ausencia del hermano permite identificar a los miembros de la familia quienes sólo tienen pena y una congoja imbatible.


El ambiente familiar es también motivo de inspiración en la poesía En mi dolor pusisteis, en que se recuerda el enternecedor abrigo del grupo familiar. Parecida motivación encontramos en A mis hermanos fosé, Roberto y Anfiloquio, en la cual el vate iqueño describe la afectividad fraterna, justificada por el comportamiento de las dulces experiencias de la niñez. En otra pieza poética formidable (Se abre el pozo) se evoca la experiencia familiar de vida hogareña con la tristeza usual. Sin embargó, desde la visión de la adultez hay un sentimiento de nostalgia, cual un contrapunto, que expresa la fórmula de la felicidad valdelomariana: Tristeza más dulzura elevadas a la apacibilidad. Así la evocación de las figuras del pozo, el ñorbo y el horno retumban como palpitaciones hondas del corazón.


Pero el tema íntimo hogareño anclado en la niñez no fue la única fuente de la que bebió el numen poético de Valdelomar. En Nocturno (poema que tramonta el Postmodernismo dirigiéndose a la vanguardia) desgarradoramente señala los padecimientos del hombre urbano que cavila al caer de las sombras: La imposibilidad del amor, la lejanía de la alegría motivan un triste colofón: "Ya la dudad está dormida / y sólo cruza su silencio / el ruido que hace la pesada / negra carroza de los muertos...". En Confiteor poéticamente se anuncia la renuncia al amor. Aunque la belleza de la mujer es grande, los sentimientos del hombre pueden ser diversos. Así Valdelomar juega con la antítesis que se da en el nacimiento del amor y el surgimiento del rechazo erótico. Pero de esta contradicción, brota como una síntesis divina un sentimiento superior, que produce una mejor visión del mundo.


Empero un tema paradójicamente existencial fue siempre nota constante en el devenir poético de Valdelomar: La Muerte. En un poema dedicado a Alberto Hidalgo (genial joven poeta) había dicho: "Vendría la Muerte un día con su hoz enarcada/ te tenderá los brazos al fin de la jornada / y es necesario, Alberto, que no se lleva nada..." (Epistolae liricae ad electum poetam juvenem).


Así se manifestaba un desideratum de una vida intensa porque lo más peligroso de la muerte es que sea prematura. Y así en la poesía valdelomariana merece ser destacada una hermosa sinfonía poética titulada La danza de las horas que es una canción metafísica sobre el destino existencial humano que liga profundamente dos realidades últimas, el Ser y la Muerte, a través del devenir: "Hoy, que la noche tiene una trágica duda / en que vaga en la sombra una pregunta muda; / en que se siente que algo siniestro va a venir, / que se baria en el pecho la Tristeza desnuda, / hoy quisiera morir...".

PROSA POÉTICA

La prosa poética de Valdelomar es muy gravitante en su producción literaria. Ciertamente, la sensibilidad lírica de Valdelomar debía desembocar, como naturalmente, en expresiones de este género. En muestras de este género, Valdelomar da rienda suelta a su pensamiento creador revestido de cierta poesía filosófica. Tal es el caso de Decoraciones de ánfora donde describe el fondo humano, demasiado humano que subyace al artista: "Dentro de mí hay un niño casto, juguetón y cándido que se divierte con puerilidades: una estrella, una nube, una flor, un beso; y sobre ello, una risa sana, jovial, cristalina, vibrante, apacible, sin origen ni finalidad, como el arroyo que zigzaguea, sin temor ni tristeza, cabe la fresca, espontánea y brillante alfombra de los campos ubérrimos". Dentro de este género, cultivado con genial talento por Valdelomar, cabe destacar un conjunto de tres piezas poéticas escritas en prosa titulado Tríptico heroico. Esta obra singular escrita en 1918 trasienta un hondo contenido nacionalista y patriótico, lo que revela que Valdelomar había adquirido conciencia de su compromiso con la situación, la historia y el destino de la nación. Con el Tríptico Valdelomar quería impulsar en la niñez y juventud el amor a la peruanidad, para lo cual hace uso de un lenguaje sencillo pero lleno de fervor. La importancia de esta obra para relievar la veneración de los símbolos patrios ha motivado que en la presente edición se recopilen sus tres significativas creaciones literarias.


El Tríptico heroico comienza con una "Oración a la bandera" que brinda una explicación del simbolismo del signo patrio desde una visión de nacionalismo radical y exultante. De este modo, llama a la Bandera "¡Síntesis de la patria, suma concreción y extracto de los ideales más puros!". Con emoción exaltarte, esta sentida página rescata el vívido recuerdo de quienes ofrecieron y ofrendaron su vida por el ideal patrio desde la noble ansia de Túpac Amaru hasta la sinfonía letrada de José Santos Chocano. Luego, se incluye la "Invocación a la patria" donde Valdelomar expresa su idealismo más puro. Analiza vivamente el sentido principal del concepto "patria" para concebir la patria como una realidad potencial, una suerte de obra en progreso que se traduce en el orgullo, la voluntad, la fraternidad, la acción, la libertad y, en fin, el espíritu enérgico de una nación. Por último, el Tríptico presenta la "Oración a San Martín", que es una exaltación poética al patrimonio legado por el libertador San Martín: Libertad, reivindicación de nuestro pasado simbolizado en la bandera. Se aprecia no sólo el aspecto sentimental de identificación con lo nuestro, lo propio del Perú, sino que también se expone el aspecto crítico de nuestra realidad cuando dice que el anhelo de San Martín fue el de hacer una patria mejor "que se levante de entre sus ruinas".

(Tomado de los prólogos de los libros subidos por S.C.G. – 2009)

jueves, 6 de agosto de 2009

TERESA GONZÁLEZ DE FANNING, PIONERA DE LA MODERNA EDUCACIÓN FEMENINA


La insigne educadora, escritora y periodista ancashina Teresa González de Fanning (1836-1918) es una de esas figuras de la historia peruana cuya vida y obra merece ser revalorada y difundida. Lamentablemente, hoy su nombre solo evoca al de un colegio nacional de mujeres de Lima fundado durante el gobierno de Manuel A. Odría.

Nació en Nepeña, en el seno de una familia de terratenientes venida a menos. Apenas concluidos sus estudios escolares, contrajo matrimonio con el marino Juan Fanning, de quien enviudó tras la batalla de Miraflores (durante la guerra de Chile contra el Perú). La horda de vándalos chilenos que ocuparon Lima, la dejó, como a muchas damas de la sociedad, sin casa y sin recursos. Fue entonces que se consagró de lleno a la educación, fundando en 1881el Liceo Fanning, un colegio para señoritas que llegó a ser el primero de su tiempo.

Su otra gran pasión fue la literatura. Sus primeras creaciones las escribió bajo el seudónimo de 'María de la Luz' y 'Clara del Risco'. Esta afición la involucró en círculos de intelectuales, participando en las veladas literarias de Juana M. Gorriti, veladas que luego pasaron al Ateneo de Lima. Escribió novelas y se señaló como una autora excesivamente romántica. Recibió premios y el reconocimiento de los diarios de Lima.

Pero indudablemente ha sido en el campo de la pedagogía en la que dejó una profunda y fructífera huella. Criticó que las mujeres fuesen preparadas sólo para el matrimonio. En una de sus obras más destacadas, “La Educación Femenina” (1898), sostuvo que educar a una mujer para ser buena esposa y buena madre, ya no era suficiente. Decía que había llegado la hora de preparar a la mujer para enfrentar la vida, para que no tuviera que depender de nadie. Rechazó el desdén social sobre el trabajo femenino asalariado ya que para ella era, más bien, una fuente de liberación económica y social de las mujeres. Con ello rompía una de las mayores trabas mentales de la sociedad conservadora del siglo XIX. A continuación, una cita de Jorge Basadre sobre "La Educación femenina" de Teresa González de Fanning.

"LA EDUCACIÓN FEMENINA" DE TERESA GONZÁLEZ DE FANNING.

En 1898 apareció el folleto titulado Educación femenina. Colección de artículos pedagógicos, morales y sociológicos, escrito por Teresa González de Fanning.

El fundamento básico de esta obra reside en la afirmación de que la educación debe tener carácter moral, e inculcar la decisión constante por el cumplimiento del deber, a la vez que la posesión de la verdad y la adquisición de útiles conocimientos, asimilables al medio social en que se está destinado a vivir. Las monjas, que abjuran de la familia, del matrimonio, y de la sociedad no son capaces de educar hijas sumisas y cariñosas, esposas ejemplares y buenas madres de familia, ni de enseñar el temple de espíritu, la expedición y el acierto para gobernarse en los casos difíciles y aun en los ordinarios, pues huyeron de las tempestades de la existencia para refugiarse a orar tranquilamente en el santuario. Es preciso proteger la educación de la mujer más por la vigilancia que por el aislamiento y no pensar que para conservar castas a las niñas se vuelvan soberbias, egoístas, vanas, envidiosas. Una experiencia recogida en los exámenes en varios colegios laicos induce a la autora a afirmar que la enseñanza en éstos es más completa, más económica, más adaptada a nuestras costumbres y necesidades, más peruana.

Teresa González de Fanning se extiende además, en otras consideraciones. Resalta el papel educativo de la madre que debe iniciar a su hija en los misterios del amor legítimo dirigirla en la elección del compañero y hacerle conocer los deberes anexos al matrimonio y a la maternidad. Insiste en la necesidad de restringir los estudios teóricos para compensarlos con la adquisición de conocimientos prácticos y manuales. No urge tanto enseñar mucho sino lo utilizable, en relación con las aptitudes de la educanda y con las necesidades del medio social donde vive. No se le debe halagar para que pueda corregir sus defectos y no ha de impedírsele gustar el sabor acre de la verdad y del deber. Dice, además, Teresa González de Fanning que es preciso destruir la errónea preocupación de que la señora o señorita que trabaja, desciende de la clase social a la que pertenece, pues el trabajo da honra, independencia y holgura. Educar a las hijas sólo para el matrimonio (afirma) es erróneo, porque las hace pensar que es su único destino sobre la tierra. La inobservancia de prescripciones higiénicas extendida aun a las horas de comida y sueño (agrega), el abuso del corsé y un clima enervante generan una juventud pálida, de hombros estrechos, de seno deprimido, propensa al desaliento y a un carácter opacado, asustadizo y desigual.

Para crear planteles que no tengan su sede en los conventos sugiere que un grupo de familias forme por acciones y bajo la debida vigilancia, uno o más establecimientos para niñas como se ha hecho para los niños; o que familias con numerosa prole y adecuada fortuna tengan en su propia casa una pieza exclusivamente dedicada al colegio de sus hijas.

Una y otra vez insiste en la educación laica y en la enseñanza moral. De ella asevera que es a la cultura lo que el alma al cuerpo; si falta, es el saber arma de fuego en manos de niño inexperto que se hace daño o lo infiere a los demás. La naturaleza proporciona la materia prima, el ser viviente; la educación debe formar al ser racional, pensante y apto para el bien individual, social y cívico.

(Jorge Basadre Grohmann. ''Historia de la República del Perú. 1822 - 1933'', Octava Edición, corregida y aumentada. Tomo 14, pág. 3391. Editada por el Diario "La República" de Lima y la Universidad "Ricardo Palma". Impreso en Santiago de Chile, 1998).