Biografía
Javier Sologuren Román (Lima, 19 de enero de 1921 - Lima, 21
de mayo de 2004), fue un poeta, profesor universitario, ensayista, traductor,
antologador y editor peruano. Fue hijo de Javier Sologuren Peña y de Rosa Mercedes
Román. Cursó su educación primaria en el Colegio Maristas de Barranco.
Prosiguió sus estudios en el Instituto de Comercio e Industrias y culminó su
secundaria en el Colegio del doctor Cavansano. Luego ingresó a la Universidad
Mayor de San Marcos donde cursó Letras (1940-1944). Hizo estudios de postgrado
en el Colegio de México (1948-1950) y en la Universidad de Lovaina, Bélgica. Viajó
a Suecia, donde fue profesor en la universidad de Luna (1951-1957). De regreso
en Lima, instaló en su domicilio un taller de artes gráficas, donde diagramó e
imprimió cerca de 145 plaquetas y cuadernos de poesía y prosa, usando moldes
tipográficos y una impresora manual, ediciones de gran acabado artístico que
bautizó con el nombre de La Rama Florida,
a través de la cual la mayoría de poetas peruanos contemporáneos publicaron sus
obras (1959-1972). Junto con Jorge Eielson fue el principal impulsor de la
Generación del 50 en poesía en el Perú. En 1963 se graduó en San Marcos como
bachiller en Humanidades con su tesis Fórmulas
de tratamiento en el Perú, y en 1968 se doctoró en Literaturas Hispánicas
con una tesis que, al año siguiente, fue publicada con el título de Tres poetas tres obras, sobre Carlos
Germán Belli, Wáshington Delgado y Sebastián Salazar Bondy. Fue profesor en
diversas universidades de Lima. En los años 70 fue director de la revista Creación & Crítica, y director en
los años 80 de la revista cultural Cielo
Abierto. En 1975 pasó a ser miembro de la Academia Peruana de la Lengua.
También fue miembro del Centro de Estudios Orientales de la Pontificia
Universidad Católica del Perú. Es autor de más de 15 poemarios, que reunió en
la obra titulada Vida continua (1989).
Es también notable su aporte en el campo de la traducción.
Obra poética
- El morador (1944)
- Detenimientos (1947)
- Dédalo dormido (1949)
- Bajo los ojos del amor (1950)
- Otoño, endechas (1959)
- Estancias (1960). Premio Nacional de Poesía 1960.
- La gruta de la sirena (1961)
- Recinto (1967)
- Surcando el aire oscuro (1970)
- Corola parva (1977)
- Folios del Enamorado y la Muerte (1980)
- Jaikus escritos en un amanecer de otoño (1986)
- Retornelo (1986)
- Catorce versos dicen… (1987)
- Folios de El Enamorado y la Muerte & El amor y los
cuerpos (1988)
- Poemas 1988 (1988)
- Vida Continua. Obra poética (1939-1989) (Recopilación de
sus obra poética, última edición, 1989)
- Un trino en la ventana vacía (1992, 1993, 1998). Premio
Internacional de Poesía “J.A. Pérez Bonalde” 1995.
- Hojas del herbolario (1992)
Apreciaciones críticas
Dice LAS [Luis Alberto Sánchez], que apareando este autor
con Eielson para mejor entendimiento crítico, pueden distinguirse entre los
poetas jóvenes dos tendencias: hacia la poesía pura, y por cuenta de la poesía
social y erótico-social. No usamos —advierte— el vocablo
"comprometido" porque será preciso un acuerdo previo sobre sus
alcances: ¿comprometido con qué o con quién? ¿con la poesía misma? ¿con la
colectividad? Creo que toda literatura está de hecho "comprometida".
La que deje de estarlo, será sólo subliteratura, semipoesía, nada más. Eielson
y Sologuren ... deambulan por la poesía como dos gemelos, Castor y Pólux, de un
arte lúcidamente romántico y tercamente sobrio ... Sologuren cultiva su huerto
de anhelos, pero adquiere una extraña maestría para consonar el solemne verso
clásico de España con toda la onirología del surrealismo ... Menos remiso al
reclamo literario, pero tan exigente como Eielson, ha lanzado un número de
"plaquettes", siempre primorosos que él mismo compone e imprime,
dentro de la más severa tradición renacentista. Como editor ha puesto en órbita
libros de casi todos los poetas contemporáneos bajo el sello editorial de La Rama Florida. En Sologuren, la
claridad es mayor que en Eielson, a veces cruel. Del brazo de Rimbaud y J. R.
Jiménez, escuchando la confidencia inmarcesible de Garcilaso, el poeta, y de
Mallarmé, el geómetra, J. S. afila su verso con voluptuosidad de virtuoso,
exprimiendo todo su significado a la palabra, toda su música a la estrofa, y su
silencio a ruido. De ahí que cada poema suyo parezca un ensayo de perfección
invulnerable. No de los más característicos pero, sí, de los más significativos
y peculiares: por ejemplo su Memoria de
Garcilaso, el Inca:
En todo amor se
escucha siempre
la soledosa vena de
agua
donde se copia ausente
un rostro vivo que fue
nuestro.
El agua surge, el agua
nombra
con suaves labios
transparentes,
la vieja cuna sola
y unas palabras en
rescoldo.
El amor es así. Nos
siembra sol
en el alma, y con el
agua
cánticos de la tierra
nos traen anhelos
memoriosos.
Es ésta una composición, en la que por acto voluntario se
quiebra periódicamente el ritmo dando como fruto una especie de compás
sincopado a base de palabras sin estridencia, hechas de "eres",
"eses", "gueés", "eles", todo líquido y rumoroso y
sin final previsible. Tal vez por eso y por otras razones, Raúl Deustua anota:
A J. S. se le puede ver, entre bruma y amanecer, caminando hermosamente sobre
las nubes. Se le encuentra al doblar una esquina, inclinado sobre una flor que
él precisa, define, limita, analiza, para luego llevársela como ente de
belleza, transformada y milenaria, palpándola como un precioso recuerdo de
amor. Alberto Escobar, también resalta que, la copiosa producción de J. S.,
puede situársele entre las más completas y consistentes de nuestra nueva
poesía. Culto a la perfección y a la palabra exacta; al ritmo sosegado, que
progresa por repentinas ímpetus que alternan el remanso, transparente, de
música y silencio, de alusión y murmullo. A lo largo de su producción, el poeta
ha probado diversas maneras para una consustancial y dominante aptitud lírica.
Y en este continuo trabajo, desde una misma voz, con una pureza elemental, pero
estrujada hasta su tono más secreto, ha teñido su lenguaje con virtudes que
gustó en los españoles del siglo de oro y en los contemporáneos franceses, y ha
madurado un oficio que respeta el frescor, la claridad y la sencillez, con lo
que llega a su verso en porte de modernidad y clasicismo, de poesía actual y de
todas las épocas. Leamos su
Noción de la Mañana:
Voy de tu mano entre
los limpios juncos,
entre nubes ligeras,
entre espacios
de tierra sombra. Voy
en tus ojos.
Voy de tu mano como
quien respira
la pausa cálida del
viento,
como quien pisa en el
aire blandos frutos,
como quien bebe su
risueño aroma.
(No he de perder el
trino y la corriente
que te moja de libres
claridades,
ni tu cabello suelto
como el río
que apresura sus
labios en la sombra.)
De: Arriola Grande, Maurilio: ''Diccionario Literario del Perú''.
Nomenclatura por autores. Tomo II. Artículo: “SOLOGUREN, Javier”. Editorial
Universo S.A. Lima, Perú. Segunda edición, corregida y aumentada.
Antología Poética
MORIR
O seleil c'est le temps
de la Raison ardente
APOLLINAIRE
Morir como una flor en el seno de dos olas instantáneas
ante el indeciso fulgor de una dicha imprevista y cercana.
Morir como un pájaro que cae entre nubes de rosados anillos;
entre tallos de vibrátiles pestañas y copas de luz
impalpable.
Morir en un castillo de mercurio al resplandor de una
amorosa mirada.
Morir viendo el sol a través de gaseosas laderas.
Morir como una rosa cortada al fuego de la noche.
Morir bajo una lluvia de sedosas escamas.
Morir en las fragantes olas de unas sienes sensibles.
Morir en esta ciudadela esculpida en una desierta mañana.
Morir llevado por el mar que respira contra los muros de mi
casa.
Morir en una súbita burbuja de amor a punto de no ser más
que vacío.
Morir como un pequeño caracol que el mar deja rezumando en
las arenas blancas.
Igual que una sonrosada oreja cubierta de rayos estivales.
Morir para encontrar la escultura bajo tierra, de un viejo
sueño humano.
Morir donde las aves toman rumbos desconocidos entre la olas
y la noche,
entre un suntuoso iris y el deslumbrante laberinto de
la fauna en acecho,
de lácteos racimos y agudas flores esparcidas
apasionadamente.
Morir sólo en la tierra al tibio ramalazo del aire
caído con amoroso peso
y al temible contacto de una piel suave frescamente colmada.
Morir en un mimoso dúo de estrechas flautas de oro
a media agua de tus ojos bajo la tierra incandescente.
Morir asido a una dura garganta en la silenciosa espuma del
follaje.
Morir junto a una cabellera que barre el fondo de las
minas de preciosas llamas
que han de ser brillante gas en la nocturna velada de mi
amor.
Morir a nivel de una sonrisa delicada.
Morir en un lago de fría seda donde hierven las
ardientes piedras del mediodía,
en tus ojos de pequeños frutos solitarios donde la tarde
es hoja de miel inhollable.
Morir en un cuerpo embellecido por la más remota nieve.
Morir sintiendo que en la tierra aún son hermosos la
sangre, el desorden y el sueño.
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PERIQUITO
Perico el de los palotes
tiene siete pericotes
sentaditos en sus sillas
oyéndole maravillas
de su vida y de sus mañas
y sus famosas hazañas:
Yo Perico marinero
vueltas le di al mundo entero
buscando a mi prima Lola
a quien se la llevó una ola
como el San Cristóbal grande
como el Misti, como el Ande.
(¡Si no será embustero
este Perico parlero!)
Pero, al fin, con ella di
en las playas de Midi
tomando baños de sol
y helados en caracol.
¡Salud, le dije, Princesa!
¡Aquí me tiene, Su Alteza!
Vente conmigo al Perú
y verás de canesú
a los siete bien peinados
pericotes ataviados.
Mas Lola está distraída
leyendo «La Bella Aída»,
una novela del bum;
y cataplum, cataplum,
en el agua me arrojé
y pronto hasta aquí llegué
a contarles mi aventura.
Mas la jornada fue dura.
Estoy bien cansado, bien...
¿Cómo están, pericotitos?
Nosotros también, también.
¡Buenas noches, Periquito!
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DOS EDADES
Alegra ver el choclito
mostrando todos sus dientes
de leche blanca
en su fresca y verde panca.
Y más tarde, ya maíz,
alegra verlo cuajado
en la amarilla y rubí
pedrería de sus granos.
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PAJARITA
Pajarita, pajarita,
pajarita de papel
pajarita tan bonita,
tan bonita y de papel.
En la mano te aprisiono,
no te muevas, pajarita;
no vuelas, no saltas, no
te me vas, pajarita.
Pero bien quisiera yo
verte volar de verdad,
por el cielo en libertad,
¡pajarita, como no!
De Vida continua