Maniobras de los cadetes leonciopradinos en el campo de Bellavista. Foto del Archivo E. Morey. |
LA CIUDAD Y LOS PERROS
Por: Enrique Chirinos Soto
"La mejor novela latinoamericana desde Don Segundo
Sombra". Tal ha sido el comentario del conocido poeta y crítico español
José María Valverde, en relación con "La Ciudad y los Perros", la
novela de Mario Vargas Llosa.
La novela de Vargas Llosa fue galardonada con el premio
Biblioteca Breve de Barcelona. Obtuvo tres de los siete votos del afamado
Premio Formentor. En realidad —según ha explicado el literato argentino Julio
Cortázar en carta a Vargas Llosa— razones no propiamente académicas sino
económicas o publicitarias determinaron la preterición del autor peruano.
Tal vez el lisonjero juicio de Valverde parezca hiperbólico,
sobre todo si se piensa que, desde "Don Segundo Sombra", han
aparecido en América Latina novelas tales como "El Señor Presidente"
de Miguel Angel Asturias, En cambio, un apreciable sector de la crítica limeña
insiste en que "La Ciudad y los Perros" es la mejor novela peruana de
todos los tiempos.
Esa calificación estaba, antes de ahora, reservada a
"El Mundo es Ancho y Ajeno" de Ciro Alegría. El mensaje de la novela
de Alegría se halla más relacionado con la tierra y el indígena. El mensaje de
la novela de Vargas Llosa, es cosmopolita. "La Ciudad y los Perros"
no ofrece, pues, la ventaja que pudiera llamarse folklórica de "El Mundo
es Ancho y Ajeno", lo que no le ha impedido obtener rápida traducción a
varios idiomas, empezando por el inglés y el francés.
¿De qué trata "La Ciudad y los Perros? Habría que decir
que es o que contiene una visión integral y humana de Lima desde la perspectiva
de un muchacho o de un grupo de muchachos de dieciséis años que están
terminando sus estudios en el Colegio Militar "Leoncio Prado".
De ahí el título aparentemente enigmático o incongruente.
"La Ciudad" es, sin duda, Lima. "Los Perros" pueden ser
algunos perros propiamente dichos que intervienen en la obra, o pueden ser los
cadetes recién ingresados a los que, en el "argot" estudiantil, se da
el nombre de perros.
El Colegio Militar efectivamente existe. En él, estudió
Vargas Llosa. En la novela abundan, por lo tanto, los rasgos autobiográficos.
Hay razones para sospechar que en el principal de los protagonistas está
retratado el autor mismo. Los colegios militares en el Perú —además del
"Leoncio Prado" de Lima, hay por lo menos el "Francisco
Bolognesi" de Arequipa— son establecimientos sui géneris, que no deben
confundirse con la Escuela de Oficiales de Chorrillos. Se hallan, sin embargo,
bajo administración castrense. Aunque no preparan necesariamente para la
carrera militar, someten a los alumnos a estricto y verdadero régimen de
cuartel. Por eso, es frecuente en los hogares peruanos amenazar al hijo díscolo
o revoltoso con "mandarlo al colegio militar".
La novela está dividida en dos partes, por lo que tiene
también dos desenlaces. El primero corresponde, por así decirlo, a la
superficie de la narración. Consiste en la muerte —el asesinato— de uno de los
estudiantes, el más humillado y ofendido de todos, el patito feo que se
encuentra en todas las aulas del mundo. El segundo desenlace corresponde al
alma y la vida del protagonista principal. Consiste en que, al terminar sus
estudios, termina igualmente todo un modo de existencia, todo un círculo y
sistema de afectos y desafectos, de amistades y enemistades. Con el fin de sus
estudios, termina la adolescencia, termina una circunstancia y casi termina
todo un ser humano.
¿Es "La Ciudad y los Perros" un alegato contra el
Colegio Militar? A primera vista, pudiera decirse que sí. El Colegio que sirve
de escenario a la novela, sale muy mal parado. Los estudiantes viven dos vidas:
la vida oficial, formalmente sometida a la disciplina, y la vida clandestina,
la vida del submundo, que es la vida subterránea, auténtica, sórdida y terrible.
En esa otra vida, trágica y profunda, se urde y se perpetra un crimen, con el
inexorable rigor de la fatalidad. Las autoridades educativas de nada se
enteran, ni del acaecimiento mismo del crimen, ni de los antecedentes que lo
han hecho primero posible y además inminente, y por último, hasta lógico,
dentro de la secuencia de maldad y de burla sistemática de reglamentos y
ordenanzas en que discurre la vida de los estudiantes. Cuando se enteran, le
echan tierra por razones de prestigio.
Pero, si bien se mira, "La Ciudad y los Perros" no
es un alegato contra nada ni en favor de nada. Es un relato objetivo que puede
ser tan cruel y tan rudo como la vida misma. Resulta, sí, un alegato contra el
colegio militar como puede resultar un alegato contra todos los internados, y
hasta, en general, contra todos los colegios y en realidad contra la juventud.
Contra lo que hay en la juventud de propensión a la ruindad y contra lo que hay
en los adultos de impotencia o de final desgano para evitarla. Si "La Ciudad
y los Perros" es un alegato contra alguien, lo es contra el ser humano,
dentro de un fuerte tono de amargura aunque sin extenderse todavía, según
parece, hasta la curva total de la desesperación. Por eso quizás, está
precedida por lúgubre cita de Jean Paul Sartre.
No es una novela pornográfica; pero es una novela franca que
nada oculta y que, por el contrario, pretendería decirlo todo. Los diálogos a
menudo son groseros y hasta soeces, pero así es el lenguaje de los estudiantes
en general y, en particular, de los estudiantes del Perú y de los colegios
militares. No es quizás una novela definitiva ni dentro de la literatura
peruana —que aún no ha dado un Dostoiewski o un Cervantes— ni tal vez dentro de
la propia producción de Vargas Llosa, según quisieran sus admiradores. Pero, es
una buena novela, no sólo aceptable sino perfectamente legible, patriotismo
aparte, en: cualquier idioma y en cualquier latitud. No es, por fortuna, una
novela de tesis, sino un testimonio artístico, válido en la medida en que es sincero
y elocuente. Al escribirlo, el autor probablemente ha tenido en mente la
proclama de pureza artística de nuestro compatriota César Vallejo: "En
arte como en la vida, toda obra de tesis me mortifica".
Con "La Ciudad y los Perros", Mario Vargas Llosa,
nacido en Arequipa en 1936, educado en Piura y en Lima, se incorpora de golpe a
los primeros lugares de las letras de su país y de todos los países "que
aún rezan a Jesucristo y aún hablan español", según la melancólica
indicación de Rubén Darío.
(Tomado de: ''Historia de la República''. Tomo II, pp.
287-289. Lima, AFA Editores, 1985.)
Carrera de burros. Esta carrera era una tradición anual en el Colegio Militar Leoncio Prado. En la foto se ve al cadete Vargas Llosa apurando a su animal para ganarle al cadete Neyra.