lunes, 19 de enero de 2009

LOS SIETE ENSAYOS DE MARIÁTEGUI


“Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana” (1928) es el libro cenital del genio de José Carlos Mariátegui. Desde su aparición hasta nues­tros días, es el más leído de cuantos libros peruanos se conocen. Consti­tuye algo así como una obligada estación en que todo espíritu juvenil, interesado por conocer la realidad de nuestros problemas, se detiene para sumergirse en el torrente de verdades que atraviesa sus páginas. Ma­cizo el contenido, por captar agudos problemas —viejos y nuevos a la vez—, no ha sido mellado por ninguno de sus refutadores, verbigracia Víctor Andrés Belaúnde que escribiera en tono de réplica, su libro “La realidad nacional”. Además, el copioso contenido de cada uno de sus capítulos, la fuerza analítica del pensamiento y la moderna erudición en que está encuadrada la obra, devienen revestidos en un lenguaje armo­nioso y dúctil. Esta frescura de estilo y el relampagueo frecuente del humor y la ironía que nos aproximan a Unamuno y Rodó, hacen que la lectura del texto no desmaye en ningún instante. Mucho del sortilegio del poeta y no poco del magnetismo del filósofo hay en este libro inmarcesible.

“Desde que aparecieron los 7 Ensayos, por su originalidad, por su fuerza, por sus verdades penetrantes y por su forma novedosa de abordar los problemas del país, suscitaron por un lado admiración y alabanzas; por otro, interés y serias críticas… Este libro de José Carlos, de tantas ediciones y comentarios, tuvo el mérito loable de incentivar nuevos trabajos e iniciar la búsqueda de derroteros distintos a los tradicionales”. (José Barba Caballero).

La obra está dividida en los siguientes capítulos:

1) Esquema­ de la evolución económica;

2) El problema del indio;

3) El problema de la tierra;

4) El proceso de la instrucción pública;

5) El factor religioso;

6) Regionalismo y centralismo; y

7) El proceso de la literatura.

El último de estos ensayos es el que nos da la dimensión exacta del pensamiento literario de Mariátegui. Sus conceptos son de condenación a la literatura, colonial y colonialista. Propugna el nacionalismo, es de­cir que nuestra literatura se sustente en el substratum racial y espiritual indígena con proyecciones al cosmopolitismo, como en el caso de Valle­jo. Su estilo es sobrio y directo.

ARGUMENTO

I.

Esquema de la evolución económica: En este ensa­yo analiza el proceso socio-económico peruano par­tiendo de la economía colonial a la que percibe como una compulsiva escisión histórica que tuerce antinaturalmente la espontánea y fecunda economía incaica. El incario desarrolló una economía socialista, el trabajo colectivo tenía un carácter agrario, con fines sociales en su realización. La economía feudal implantada por los conquistadores resulta ajena al devenir histó­rico de estos pueblos, iniciándose una dualidad entre lo oficial impuesto y lo natural indígena negado. La colo­nia utilizó el trabajo colectivo como trabajo forzado en las minas, descuidando el agro y las obras de carácter público. El esquema virreinal sofrena las inquietudes co­merciales de las colonias; la independencia surge como una respuesta a las necesidades del desarrollo capitalista de la civilización occidental. La República no logra arti­cular la escisión producida por la conquista. La depen­dencia con el capital extranjero no cede ni siquiera ante la aparición de nuevos rubros de riquezas naturales; por el contrario, con ello se ahonda el carácter centralista, costeño y dependiente de la economía peruana.

II

El problema del indio: «Todas las tesis sobre el pro­blema indígena, que ignoran o eluden a éste como pro­blema económico-social, son otros tantos estériles ejer­cicios teóricos, —y a veces sólo verbales—, condenados a un absoluto descrédito. No las salva a algunas su buena fe. Prácticamente, todas no han servido sino para ocul­tar o desfigurar la realidad del problema». Mariátegui concibe el problema del indio no como un asunto racial, administrativo, jurídico, educativo o eclesiástico, sino como un problema sustancialmente eco­nómico cuyo origen está en el injusto régimen de propiedad de la tierra, en el gamonalismo; mientras subsista esta forma de propiedad todo intento por solucionar el problema del indio quedará disuelto en el estéril denuncia lírica o en la prédica oportunista e inconsciente. Termi­nar con el gamonalismo, con la feudalidad, significa de­volver más que tierras; significará para la raza desposeí­da su rendición histórica, la recuperación de su esencialidad moral y su auténtica integración a la vida nacional. «La solución del problema del indio tiene que ser una solución social. Sus realizadores deben ser los propios indios. Este concepto conduce a ver en la reunión de los congresos indígenas un hecho histórico. Los congresos indígenas, desvirtuados en los últimos años por el burocratismo, no representaban to­davía un programa; pero sus primeras reuniones señalaron una ruta comunicando a los indios de diversas regiones. A los indios les falta vinculación nacional. Sus pro­testas han sido siempre regionales. Esto ha contribuido, en gran parte, a su abatimiento. »

III

El problema de la tierra: Mariátegui estudia la cuestión agraria unida ineludiblemente a la del indio, reivindicando el derecho de éste a la tierra, para lo cual era necesario sacarlo del estado de servidumbre que suponía el feudalismo de los gamonales. Luego, muestra cómo el colonialismo que destruyó y aniquiló la economía incaica de tipo "comunista", no supo reemplazarla más que con el feudalismo. ¿Qué le pasó a la comunidad agraria del ayllu? A pesar de las leyes escritas, de las Leyes de Indias, la comunidad indígena fue despojada por el feudalismo, cuyas expresiones eran el latifundio y la servidumbre. Mientras que Europa, por el siglo XVIII, tomaba otro rumbo al fortalecerse y ascender al poder la clase que desplazó y liquidó el feudalismo: la burguesía (la revolución francesa fue una revolución burguesa). Pero revolución de la independencia hispano-americana «encontró al Perú retra­sado en la formación de su burguesía...» Si bien se abolieron las mitas, se dejó en pie la aristocracia terrateniente, la que si bien ya no conservaba «sus privilegios de principio, conservaba sus posiciones de hecho. Seguía siendo en el Perú la clase dominante». Esta clase, apoyada por el militarismo gobernante, retardó el surgimiento de una vigorosa burguesía urbana. Y recién se intentó una reorganización gradual de este problema cuando se promulgó el Código Civil (1852), que favoreció la formación de las pequeñas propiedades, en desmedro de los grandes dominios señoriales y de la comunidad indígena, al mismo tiempo. No obstante, la pequeña propiedad no prosperó, y por el contrario el latifundio se consolidó y extendió, siendo la única perjudicada la comunidad indígena, la misma que, pese a todo, logró sobrevivir.

El lati­fundio de la costa difería del latifundio serrano; el costeño evolucionó hacia modos y técnicas capitalistas, en tanto que el de la sierra conservó íntegramente su carácter feudal, resistiendo a la transformación indus­trial y capitalista; aún así no logró destruir la comunidad indígena. El lati­fundio costeño cada vez más ligado al capital extranjero prefirió desplazar los tradicionales cultivos alimenticios por el cultivo de algodón de exportación, gene­rando un círculo vicioso de importación de alimentos y exportación de materias primas.

Indistintamente del tipo de latifundismo, éste impedía el desarrollo del capitalismo nacional, ya que los terratenientes obraban como «intermediarios o agentes del capitalismo extranjero»; como una barrera para la inmigración blanca; se oponían a la renovación de métodos, cultivos, etc.; era incapaz de atender la salubridad rural; particularmente en la sierra el feudalismo agrario se mostraba del todo inepto como creador de riqueza y de progreso. En una palabra, agrega Mariátegui, «que el gamonal como factor económico, está, pues, completamente descalificado».

Como a Mariátegui más le importaba seguir (y proyectar para el Perú futuro) la "comunidad agraria indígena", estudia el destino de ésta bajo el régimen republicano. A pesar de la absorción feudalista, la comunidad ha subsistido por el espíritu del indio: a pesar de las leyes de cien años de régimen republicano, no se ha tornado individualista.

IV

El proceso de la instrucción pública: Lo analiza estrechamente ligado al económico-social, como no podía ser de otro modo. Reconoce y analiza las tres influencias en la educación peruana: la española, la francesa y la norteamericana, estas dos últimas injertadas en la primera. La educación en la colonia tuvo «un sentido aristocrático y un concepto eclesiástico y literario de la enseñanza», en otras palabras, una educación elitista y escolástica. El desprecio por el trabajo, por las activida­des productivas fue alentado por los claustros universi­tarios incluso luego de producida la independencia. La República, que heredó las estructuras coloniales, buscó luego el modelo de la reforma francesa, ya en las postrimerías del siglo XIX. Hasta que la reforma de la segunda enseñanza de 1902, empezó a reflejar la influencia creciente del modelo anglosajón: sería el primer paso para adoptar el sistema norteamericano, coherente con el embrionario desarrollo capitalista del país. Preconizador del modelo yanqui fue el Dr. Manuel Vicente Villarán, cuyas prédicas triunfaron con la reforma educativa de 1920, por ley orgánica de enseñanza dada ese año, pero como no era posible, según Mariátegui «democratizar la enseñanza de un país, sin democratizar su economía, y sin democratizar, por ende, su superestructura política» la reforma del 20 devino en fracaso.

La reforma universitaria merece también la atención de Mariátegui. Hasta el Perú alcanzaron los movimientos reformistas que se iniciaron en Córdoba, en el año 1918, producto de la «recia marejada post-bélica», aunque en ese país, en un principio, la ideología del movimiento estudiantil careció de homogeneidad y autonomía. Los estudiantes de América, querían sacudir el medioevalismo también de sus casas de estudio. Sus reclamos se basan en la necesidad de que los estudiantes intervengan en el gobierno de las universidades y el funcionamiento de cátedras libres, al lado de las oficiales, cátedras de limpios y nuevos conocimientos. En una palabra, querían que la Universidad dejara de ser un órgano de casta, cesara ese divorcio entre su función y la realidad nacional y tomara el verdadero rumbo que le era asignado. Con relación a este problema, Mariátegui nos hace un extenso estudio sobre la reforma en el Perú y la reacción en su contra, las ideologías que intervinieron en esta pugna: los conceptos civilistas burgueses de Villarán, el aristocratismo idealista de Deustua, etc. Para Mariátegui, «el problema de la enseñanza no puede ser bien comprendido en nuestro tiempo —dice— si no es considerado como un problema económico y como un problema social. El error de muchos reformadores ha estado en su método abstractamente idealista, en su doctrina exclusivamente pedagógica». No se puede desconocer la ingerencia del factor económico en la estructuración de planes y programas de enseñanza, en todos los tiempos.

V

El factor religioso: La religión incaica fue un código moral antes que un conjunto de abstracciones metafísi­cas. Su iglesia (por llamarla de algún modo) fue una institución social y política, cuyo culto estaba subordinado a los intereses sociales y políti­cos del imperio; la iglesia era el estado mismo. Es lo que se llama Teocracia. Producida la conquista, se impuso el culto católico más que la pré­dica del evangelio, de modo que el culto pagano de la religión incaica subsistió bajo el culto católico, fenómeno al que se conoce como sincretismo religioso. El rol de la iglesia católica durante el virreinato fue de aval del estado feudal y semifeudal instituido. Si bien es cierto que hubo choques entre el poder civil y el eclesiástico, éstos no tuvieron ningún fondo doctrinal, sino que fueron meras querellas domésticas. Con el advenimiento de la República no hubo cambio en tal sentido. La revolución de la Independencia, del mismo modo que no tocó los privilegios feudales, tampoco lo hizo con los eclesiásticos. El radicalismo gonzalez-pradista surgido a fines del siglo XIX constituyó la primera agitación anticlerical surgida en el Perú, pero careció de eficacia por no haber aportado un programa económico-social. De acuerdo a la tesis socialista, las formas eclesiásticas y doctrinas religiosas son peculiares e inherentes al régimen económico-social que las sostiene y produce, y por tanto, su preocupación es cambiar ésta y no aquellas.

VI

Regionalismo y centralismo: Este problema, en cierto modo, viene vertebrando todos los demás. Aunque reconoce que existe, sobre todo en el sur peruano, un sentimiento regionalista, dicho regionalismo no parece ser más que «una expresión vaga de un malestar y un descontento». En realidad, el problema se plantea entre Centralismo y Federalismo. El Centralismo se apoya en el caciquismo y gamonalismo regionales (dispuestos, no obstante, a reclamarse federalistas de acuerdo a las circunstancias), mientras que el Federalismo recluta sus adeptos entre los caciques y gamonales en desgracia ante el poder central. Ciertamente, uno de los vicios de la organización política del Perú es y sigue siendo su centralismo. Pero entiende Mariátegui que toda descentralización que no se dirija a solucionar el problema agrario y la cuestión indígena, «no merece ya ni siquiera ser discutida», porque, advierte, no es este problema meramente político, ni desde este solo punto de vista ella alcanzaría para solucionar los problemas esenciales. Por otra parte es difícil definir y demarcar en el Perú regiones existentes históricamente como tales. No obstante Mariátegui estudia las tres regiones físicas: la Costa, la Sierra y la Montaña (que no significan regiones en cuanto a la realidad social y económica), afirmándonos que la Montaña carece aún de significación socio-económica; en cambio, «la actual peruanidad se ha sedimentado en tierra baja» o Costa, y la Sierra es el refugio del indigenismo.

«Las formas de descentralización ensayadas en la historia de la República, han adolecido del vicio original de representar una concepción y un diseño absolutamente centralistas», dice Mariátegui, y como la descentralización a que aspira el regionalismo, no es legislativa sino administrativa, el problema ha permanecido en pie. ¿Qué opina Mariátegui sobre la descentralización? Primero, clarificar el propio concepto del regionalismo, para evitar el gamonalismo regional. Luego una definitiva opción entre el gamonal o el indio: «no existe un tercer camino». Porque, lo más cierto es que «ninguna reforma que robustezca al gamonal contra el indio, por mucho que aparezca como una satisfacción del sentimiento regionalista, puede ser estimada como una reforma buena y justa». También estudia el problema de la capital, concerniente a todas las capitales de América, y sostiene que la suerte de Lima está subordinada a los grandes cambios políticos, como enseña la historia de Europa y la propia América.

VII

El proceso de la literatura: En éste su último ensayo, Mariátegui renuncia a ser un crítico imparcial: «Declaro sin escrúpulo, que traigo a la exégesis literaria todas mis pasiones e ideas políticas ...». Desde su punto de vista analiza la literatura de la Colonia, «de irrenunciable filiación española», en espíritu y sentimientos, y este colonialismo mental supervive al Virreinato, dando como resultado una literatura mediocre por falta de raíces propias, no habiendo podido «eludir la suerte que le imponía su origen». Explica las razones socio-económicas por qué ha subsistido ese colonialismo literario, y agrega: «el literato peruano no ha sabido casi nunca sentirse vinculado al Pueblo». Aunque destaca en Garcilaso, más Inca que conquistador, el primer destello de "peruanidad", y rescata a Ricardo Palma y a sus Tradiciones de las pretensiones del colonialismo, pues estas Tradiciones tienen «política y socialmente una filiación democrática». Hay que esperar hasta la llegada de González Prada para ver anunciada la posibilidad de una auténtica literatura pe­ruana. González Prada significa la ruptura con el virreinato; uno de los últimos reductos del colonialismo intelectual es la universidad, de allí emerge la «genera­ción futurista». En tales circunstancias el Movimiento Colónida, encabezado por Valdelomar, surge como una insurrección, como una actitud antiacadémica reclamando sinceridad y naturalismo, esa sinceridad que no se encuentra en los versos de José Santos Chocano por su excesiva egolatría pero que si aparece en los ensoñados versos de José María Eguren.

Son también analizados por Mariátegui: Mariano Melgar, Magda Portal (a quien llamó la primera poetisa del Perú), Alberto Guillén, Al­berto Hidalgo y César Vallejo de quien dice es el poeta de una estirpe, de una raza, creador absoluto, nostálgico pero no retrospectivo. «No añora el imperio como el pasadismo perricholesco añora el virreinato. Su nostalgia es una propuesta sentimental o una protesta metafísica. Nostalgia de exilio; nostalgia de ausencia».

Y, finalmente, analiza las corrientes de su actualidad, en especial la indigenista, que llena una función histórica en la sociología peruana en evolución y cuyo más amplio sentido lo lleva a consubstanciarse con «la reivindicación de lo autóctono», que, no obstante, no paraliza los otros elementos vitales de la literatura peruana. Y es literatura "indigenista" y no "indígena" —aclara Mariátegui— porque aún no puede dar una versión verista del indio, sino que tiene «que idealizarlo y estilizarlo. Tampoco puede darnos su propia ánima. Es todavía una literatura de mestizos ...» Mariátegui confía en la suerte del mestizaje, el que debe ser analizado como cuestión sociológica, no étnica.

domingo, 18 de enero de 2009

OBRAS COMPLETAS DEL INCA GARCILASO DE LA VEGA.

Visualiza y/o descarga las obras completas de Garcilaso Inca de la Vega:

LOS COMENTARIOS REALES DE LOS INCAS

HISTORIA GENERAL DEL PERU


LA FLORIDA DEL INCA

GENEALOGÍA DE GARCI PÉREZ DE VARGAS

Son textos completos, no antologías, todos volteados al castellano moderno, corregidos, con notas explicativas y enlaces interactivos para poder ubicar cada libro y capítulo. Es decir, destinadas para el gran público y no solo para una “elite intelectual”. 

LOS COMENTARIOS REALES
Primera Parte: Sobre la historia, cultura y costumbres de los Incas y otros pueblos del antiguo Perú.
Segunda Parte: Sobre la Conquista del Perú. Desde el arribo de los españoles hasta la muerte de Túpac Amaru I (1572). Más conocida como HISTORIA GENERAL DEL PERÚ.



ARGUMENTO DE LOS COMENTARIOS REALES.
(Por el mismo Inca Garcilaso)

PRIMERA PARTE DE LOS COMENTARIOS REALES (EN 9 LIBROS y 262 CAPÍTULOS):






LIBRO PRIMERO: Donde se trata el descubrimiento del Nuevo Mundo, la deducción del nombre Perú, la idolatría y manera de vivir antes de los Reyes Incas, el origen de ellos, la vida del primer Inca y lo que hizo con sus vasallos, y la significación de los nombres reales. Contiene 26 capítulos.

LIBRO SEGUNDO: En el cual se da cuenta de la idolatría de los Incas y que rastrearon a nuestro Dios verdadero, que tuvieron la inmortalidad del ánima y la resurrección universal. Dice sus sacrificios y ceremonias, y que para su gobierno registraban los vasallos por decurias; el oficio de los decuriones, la vida y conquista de Sinchi Roca, Rey segundo, y las de Lloque Yupanqui, Rey tercero; y las ciencias que los Incas alcanzaron. Contiene 28 capítulos

LIBRO TERCERO: Contiene la vida y hechos de Mayta Cápac, Rey cuarto. La primera puente de mimbre que en el Perú se hizo, la admiración que causó. La vida y conquistas del quinto Rey, llamado Cápac Yupanqui. La famosa puente de paja y enea que mandó hacer en el Desaguadero. La descripción de la casa y templo del Sol y sus grandes riquezas. Contiene 25 capítulos.

LIBRO CUARTO: Trata de las vírgenes dedicadas al Sol; la ley contra los que las violasen. Cómo se casaban los indios en común y cómo casaban al príncipe heredero; las maneras de heredar los estados; cómo criaban los hijos. La vida de Inca Roca, sexto Rey; sus conquistas, las escuelas que fundó y sus dichos. La vida de Yáhuar Huácac, séptimo Rey, y de una extraña fantasma que se apareció al príncipe, su hijo. Contiene 24 capítulos.

LIBRO QUINTO: Dice cómo se repartían y labraban las tierras, el tributo que daban al Inca, la provisión de armas y bastimentos que tenían para la guerra, qué daban de vestir a los vasallos; que no tuvieron mendigantes; las leyes y ordenanzas a favor de los súbditos, con otras cosas notables. Las victorias y generosidades del príncipe Inca Viracocha, octavo Rey; su padre, privado del Imperio; la huida de un gran señor; el pronóstico de la ida de los españoles. Contiene 29 capítulos.

LIBRO SEXTO: Contiene el ornamento y servicio de la casa real de los Incas, las obsequias reales, las cacerías de los Reyes, los correos y el contar por nudos. Las conquistas, leyes y gobierno del Inca Pachacútec, noveno Rey, la fiesta principal que hacían, las conquistas de muchos valles de la costa, el aumento de las escuelas del Cozco y los dichos sentenciosos del Inca Pachacútec. Contiene 36 capítulos.

LIBRO SÉPTIMO: En el cual se da noticia de las colonias que hacían los Incas, de la crianza de los hijos de los señores, de la tercera y cuarta fiesta principal que tenían, de la descripción de la ciudad del Cozco, de las conquistas que Inca Yupanqui, décimo Rey, hizo en el Perú y en el reino de Chili, de la rebelión de los Araucos contra los españoles, de la muerte de Valdivia, de la fortaleza del Cozco y de sus grandezas. Contiene 29 capítulos.

LIBRO OCTAVO: Donde se verán las muchas conquistas que Túpac Inca Yupanqui, undécimo Rey, hizo, y tres casamientos que su hijo Huayna Cápac celebró; el testamento y muerte del dicho Túpac Inca: los animales mansos y bravos, mieses y legumbres, frutas y aves y cuatro ríos famosos, piedras preciosas, oro y plata, y, en suma, todo lo que había en aquel Imperio antes que los españoles fueran a él. Contiene 25 capítulos.

LIBRO NOVENO: Contiene las grandezas y magnanimidades de Huayna Cápac; las conquistas que hizo; los castigos en diversos rebelados; el perdón de los Chachapuyas; el hacer Rey de Quitu a su hijo Atahuallpa; la nueva que tuvo de los españoles; la declaración del pronóstico que de ellos tenían; las cosas que los castellanos han llevado al Perú, que no había antes de ellos; y las guerras de los hermanos Reyes, Huáscar y Atahuallpa; las desdichas del uno y las crueldades del otro. Contiene 40 capítulos.


SEGUNDA PARTE DE LOS COMENTARIOS REALES o “HISTORIA GENERAL DEL PERÚ” (EN 8 LIBROS Y 268 CAPÍTULOS):

LIBRO PRIMERO: Dónde se verá un triunvirato que tres españoles hicieron para ganar el imperio del Perú. Los provechos de haberse ganado. Los trabajos que pasaron en su descubrimiento. Cómo desampararon los suyos a Pizarro y quedaron solos trece con él. Cómo llegaron a Túmpiz. Un milagro que allí hizo Dios Nuestro Señor por ellos. La venida de Francisco Pizarro a España a pedir la conquista. Su vuelta al Perú. Los trabajos de su viaje. Las embajadas que entre indios y españoles se hicieron. La prisión de Atahuallpa. El rescate que prometió. Las diligencias que por él hicieron los españoles. La muerte de los dos reyes Incas. La veneración que tuvieron a los españoles. Contiene cuarenta y un capítulos.

LIBRO SEGUNDO: Contiene la ida de Don Pedro de Alvarado al Perú. La traición y crueldades de Rumiñaui con los suyos. Dos batallas que hubo entre indios y españoles. Las capitulaciones que entre fieles e infieles se hicieron. El concierto entre Almagro y Alvarado. Otras tres batallas entre indios y españoles, y el número de los muertos. La paga que a Don Pedro de Alvarado se le hizo, y su desgraciada muerte. La fundación de la ciudad de los Reyes y la de Trujillo. La muerte del maese de campo Quízquiz. La ida de Almagro a Chile: su vuelta al Perú. El levantamiento del Inca. Milagros de Dios en favor de los cristianos. Los sucesos del cerco del Cuzco y de los Reyes. El número de los españoles que los indios mataron. El destierro voluntario del Inca. Las diferencias de Almagros y Pizarros. Los socorros que el marqués pide, y los que envía al Cuzco. La batalla del río de Amáncay, y la prisión de Alonso de Alvarado. Nuevos conciertos y desconciertos entre Pizarros y Almagros. La cruel batalla de Las Salinas. La muerte de Almagro y de otros famosos capitanes. La venida de Diego de Alvarado a España, y la de Hernando Pizarro, y su larga prisión. Contiene cuarenta capítulos.

LIBRO TERCERO: Contiene la conquista de los Charcas. La ida de Gonzalo Pizarro a la conquista de la Canela. Los muchos y grandes trabajos que pasó. La traición de Francisco de Orellana. Una conjuración contra el marqués Don Francisco Pizarro, y cómo le mataron. Don Diego de Almagro se hace jurar por gobernador del Perú. Las contradicciones que le hicieron. La ida del Licenciado Vaca de Castro al Perú. Los capitanes que elige para la guerra. Gonzalo Pizarro vuelve a Quitu. La cruel batalla de Chupas. La muerte de Don Diego de Almagro. Nuevas leyes y ordenanzas que en la corte de España se hicieron para los dos imperios, México y Perú. Los buenos sucesos de México por la prudencia y buen juicio de su visitador. Contiene veinte y dos capítulos.

LIBRO CUARTO: Contiene la ida de Blasco Núñez de Vela al Perú. Su viaje hasta llegar a él. Lo que hizo antes y después de llegado al Perú. Lo que decían contra las ordenanzas. El recibimiento del Visorrey. La prisión de Vaca de Castro. La discordia entre el Visorrey y sus oidores. La muerte del príncipe Manco Inca. La elección de Gonzalo Pizarro para procurador general. El Visorrey hace gente, elige capitanes, prende por segunda vez a Vaca de Castro. La rebelión de Pedro de Puelles y de otros muchos con él. La muerte del factor Illán Suárez de Carvajal. La prisión del Visorrey y su libertad. Nombran a Pizarro por gobernador del Perú. La guerra que entre los dos hubo. Los alcances que Gonzalo Pizarro dió al Visorrey, y los que Francisco de Carvajal dió a Diego de Centeno hasta deshacerse. La batalla de Quito. La muerte del Visorrey Blasco Núñez Vela, y su entierro. Contiene cuarenta y dos capítulos.

LIBRO QUINTO: Contiene la elección del licenciado Pedro de la Gasca para la reducción del Perú. Los poderes que llevó. La llegada a Tierra Firme. Como entregaron al presidente la armada de Gonzalo Pizarro sus propios amigos y capitanes. La navegación del licenciado Gasca hasta el Perú. La muerte de Alonso de Toro. La salida de Diego Centeno de la cueva, y cómo tomó la ciudad del Cuzco. El presidente envía a Lorenzo de Aldana con cuatro navíos a la ciudad de Los Reyes. Niegan a Gonzalo Pizarro los suyos y se huyen al de la Gasca. Gonzalo Pizarro se retira a Arequipa. Diego Centeno le sale al encuentro. Dase la cruel batalla de Huarina. La victoria de Pizarro. Su ida al Cuzco. Los sucesos del presidente Gasca y su buen gobierno en la milicia. La batalla de Sacsahuana. La victoria del presidente. La muerte de Gonzalo Pizarro y la de sus capitanes. Contiene cuarenta y tres capítulos.

LIBRO SEXTO: Contiene el castigo de los de Gonzalo Pizarro. El repartimiento que el presidente Gasca hizo de los indios; las mercedes grandes que cupo a unos, a las quejas de otros; la muerte desgraciada de Diego Centeno; la paciencia del presidente Gasca con soldados insolentes; los galeotes que trajeron a España el segundo repartimiento que el presidente hizo; la muerte del licenciado Cepeda; la entrada del presidente en Panamá; el robo que los Contreras le hicieron del oro y plata de su majestad; la buena fortuna del presidente para restituirse en todo lo perdido; su llegada a España, y su buen fin y buena muerte; un alboroto de los soldados de Francisco Hernández Girón en el Cuzco; la ida del visorrey don Antonio de Mendoza al Perú; lo poco que vivió; la rebelión de don Sebastián de Castilla; la muerte del general Pedro de Hinojosa, y la del dicho don Sebastián; el castigo que de los suyos hicieron. Contiene veinte y nueve capítulos.

LIBRO SÉTIMO: Contiene la rebelión de Francisco Hernández Girón, las prevenciones que hizo para llevar su tiranía adelante. Su ida en busca de los oidores. La elección que ellos hacen de capitanes contra el tirano. Sucesos desgraciados de una parte y de la otra. El alcance y victoria de Francisco Hernández Girón en Villacori. La venida del mariscal Alonso de Alvarado con ejército, en busca del enemigo. Los sucesos de aquella jornada hasta la batalla de Chuquinca, que el mariscal perdió. Los ministros que Francisco Hernández envió a diversas partes del reino. Los robos que los ministros hicieron. La ida de los oidores en seguimiento del tirano. Los sucesos que de ambas partes hubo en aquel viaje hasta la batalla de Pucará. La huida de Francisco Hernández y de los suyos por haber errado el tiro de la batalla. La prisión y muerte de todos ellos. Contiene treinta capítulos.

LIBRO OCTAVO: Dice como celebraban los indios y españoles la fiesta del Santísimo Sacramento en la ciudad del Cuzco. Un caso admirable que acaeció en ella. La elección del marqués de Cañete por visorrey del Perú. La provisión de nuevos ministros. Las prevenciones que hizo para atajar motines. La muerte de los vecinos que siguieron a Francisco Hernández Girón, y la de Martín de Robles. El destierro de los pretendientes a España. La salida de las montañas por vía de paz del príncipe heredero de aquel imperio, y su muerte breve. Los desterrados llegan a España. La mucha merced que su majestad les hizo. Restituye sus indios a los herederos de los que mataron por tiranos. La ida de Pedro de Orsúa a las Amazonas. La elección del Conde de Nieva por visorrey del Perú. El fallecimiento de su antecesor, y la del mismo conde. La elección del licenciado Castro por Gobernador del Perú. Y la de don Francisco de Toledo por visorrey. La prisión del príncipe Túpac Amaru, heredero de aquel imperio. Y la muerte que le dieron. La venida del visorrey a España y su fin y muerte. Contiene veinte y un capítulos.

Alvaro S. Chiara G.

GARCILASO INCA DE LA VEGA

Garcilaso Inca de la Vega, pintura de Francisco González Gamarra.


Garcilaso de la Vega, el Inca, "primer mestizo biológico y espiritual del Perú", según el decir de Raúl Porras Barrenechea, es para nosotros los peruanos, el punto de partida en la literatura nacional. Vivió a lo largo de la segunda media centuria del siglo XVI y parte del siglo XVII, dentro de la era de los llamados "cronistas", que eran meros escriturarios que adocenaban voluminosos infolios con cuanto tema o motivo caían bajo su pluma.

Nuestro cronista ocupa, entre todos ellos, un sitial de preferencia, no sólo por el vigor del lenguaje empleado, sino por el hecho de haberse aproximado más a la veracidad de la historia incaica y a los acontecimientos de la conquista, historia y acontecimiento —repetimos— que otros desfiguraron llevados por sus prejuicios culturales y sus pasiones de raza.

Pospuso el idioma materno, el quechua —y esto es lo vituperable en él— y domesticó el castellano, alcanzando un dominio completo sobre el habla de Cervantes, tal como acreditan críticos del linaje de Menéndez y Pelayo, Ricardo Rojas, José de la Riva Agüero, Luis Alberto Sánchez y Raúl Porras Barrenechea. Por eso es importante para nosotros, los peruanos: por habernos dejado un bello patrimonio literario, donde podemos ver con nitidez los esplendores del pasado incaico, las dramáticas, peripecias de la conquista y la tiránica implantación de la colonia. De ahí que los "Comentarios Reales", su obra máxima, no sólo sea un inventario de crónicas elegantes, sino una hermosa y gigantesca epopeya, pese al desmedro que quisieron imponerle algunos críticos como Manuel González de la Rosa y Marcelino Menéndez y Pelayo.


BIOGRAFÍA DEL INCA GARCILASO


El inca Garcilaso de la Vega nació en Cuzco el 12 de abril de 1539. Fueron sus padres el capitán español Sebastián Garcilaso de la Vega y Vargas, y la palla o noble incaica Isabel Chimpu Occllo, nieta del Inca Túpac Yupanqui. El capitán, por su parte, descendía de los linajudos Vargas de Hinostroza, de Extremadura, y estaba ligado por la sangre a los no menos ilustres poetas Jorge Manrique y Garcilaso de la Vega, el poeta de las églogas.

Fue bautizado como Gómez Suárez de Figueroa, nombre de uno de sus antepasados paternos, según la costumbre de ese tiempo. Se tienen algunas noticias de su infancia y juventud a partir de sus obras. Por esos años le instruyeron acerca del pasado incaico su tío abuelo Cusi Huallpa y los capitanes quechuas Juan Pechucta y Chauca Rimachi, despertando su inquieta imaginación a base de relatos extraordinarios. Paralelamente a ello, el español Juan de Alcobaza, encargado de su educación, fue aproximándole a las excelencias de la cultura occidental mediante la proporción de rudimentos humanísticos. Poco después, el canónigo Juan de Cuéllar lo inició en los conocimientos de gramática y latinidades.

Durante la revolución de Gonzalo Pizarro, su casa —el solar de Cusipata, en el Cuzco— fue cañoneada por los rebeldes encabezados por Hernando de Bachicao. Días de angustia mortal vivió el pequeño Garcilaso en compañía de su madre Isabel y su hermana Leonor, durante el asedio de hambre a que fuera sometida la casa solariega donde vivía.

Es necesario conocer sobre la conducta de su padre en esos años turbulentos de las guerras civiles de los conquistadores, ya que marcaría muy profundamente en la vida posterior del Inca. El capitán Sebastián Garcilaso había logrado escapar a Lima, donde estuvo a punto de ser capturado y ahorcado por Francisco de Carvajal, lugarteniente de Gonzalo Pizarro. Pero cuando Gonzalo, triunfante, entró en el Cuzco, llamativamente Sebastián Garcilaso formaba ya parte de su séquito, no se sabe si por fuerza o convencido a la causa de los insurgentes. Estuvo así en la batalla de Huarina, donde Carvajal y Pizarro derrotaron al capitán realista Diego de Centeno. Se dijo entonces que entregó su caballo Salinillas a Gonzalo Pizarro herido y fugitivo, contribuyendo así a cambiar el desenlace del encuentro, acusación que años después tendría graves consecuencias para su hijo. La rebelión gonzalista finalizó en Jaquijaguana o Sacsahuana (1548), donde el mismo Capitán Garcilaso encabezó a los pizarristas que se pasaron al bando del rey, en pleno encuentro, por lo que mereció el despectivo mote del “leal de tres horas”. No obstante el pacificador La Gasca, en premio a dicho servicio, le otorgó una de las más ricas encomiendas, la de Cotanera. Su hijo, testigo de tales acontecimientos, tenía ya diez años de edad y vió con sus propios ojos el castigo severo que se impuso a los rebeldes derrotados en el Cuzco.

Por esta época (c. 1549), sucedió una de las primeras decepciones que hirieron el corazón del pequeño Garcilaso: la separación de sus padres. Él se casó con la dama española Luisa Martel de los Ríos, y ella con un español de menor rango (tal vez un simple mercader) llamado Juan del Pedroche. Fue también testigo del alzamiento de Francisco Hernández Girón, quien, durante las bodas de Alfonso de Loayza (que había congregado a los vecinos importantes del Cuzco), entró en la mansión propiciatoria, sembrando el pánico consiguiente. En esa oportunidad, el ya adolescente inca ayudó a su padre a huir por los tejados de la casa (13 de noviembre de 1553).

Durante la rebelión de Girón, el capitán Garcilaso estuvo del lado real, y tras la derrota del rebelde se le nombró Corregidor y Justicia Mayor del Cuzco, importante y honroso cargo (de 1554 a 1556); su hijo estuvo a su lado en ese tiempo, como "escribiente de cartas".

En 1556 llegó el virrey Marqués de Cañete y destituyó en el corregimiento al padre del Inca, de acuerdo con su política de represión a los conquistadores. Despidió también a los soldados que pedían mercedes por sus servicios a la corona durante las guerras civiles; entre ellos, a Gonzalo Silvestre, que llegó a ser un gran amigo del Inca, en cuya compañía compondría, años más tarde La Florida del Inca. Silvestre había llegado al Perú desde más de diez años atrás, luego de haber participado en la jornada de Hernando de Soto en la Florida.

Por esa época, el adolescente inca tuvo también la oportunidad de conocer a Sayri Túpac, uno de los incas de Vilcabamba, quien saliendo de su refugio montaraz se sometió a la autoridad del rey de España. Acudió con su familia a verlo y participó en las celebraciones de coronación simbólicas que se realizaron en el Cuzco.

El padre del Inca falleció en 1559, víctima de una larga e intermitente enfermedad. Sus bienes pasaron a poder de las hijas legítimas, pero éstas, a su vez, dejaron de existir. Fue entonces que el Virreinato se encargó de administrar las heredades del extinto corregidor. Dícese que, por esa causa y otras, Garcilaso decidió viajar a España con el fin de reclamar ante la Corona el reconocimiento de su derechos, por ser hijo de conquistador y descendiente de los incas (1560). Posteriormente, por el hallazgo hecho del testamento (fechado el 3 de marzo de 1559), se ha establecido que el Capitán Garcilaso, ni injusto ni despiadado como lo pintaron algunos cronistas adversos, legó a su hijo la cantidad de cuatro mil pesos para que fuese a “estudiar” a España (por "estudiar" puede muy bien entenderse "seguir estudios de clérigo").

Lo cierto es que, tras un corto lapso después del deceso de su progenitor, el inca Garcilaso, ya por entonces un joven de 21 años, se dirigió a Lima. Antes de partir visitó al Corregidor del Cuzco, Polo de Ondegardo, que le permitió conocer las momias de cinco monarcas, sus antepasados; Garcilaso entró en las piezas en que estaban depositadas y tocó la rígida mano del emperador Huayna Cápac. Tras llegar a Lima, se embarcó en el Callao rumbo a Europa (23 de enero de 1560). Estuvo a punto de naufragar en la isla de la Gorgona. Pasó el istmo de Panamá, llegó a Cartagena de Indias, cruzó el Atlántico por la ruta de los galeones de La Habana hasta las Azores y finalmente desembarcó en Lisboa.

Viajó a Extremadura, lugar de origen de sus antepasados paternos, donde visitó a algunos familiares; pasó luego al pueblo cordobés de Montilla, donde residían ilustres parientes, como su tío carnal, el capitán Alonso de Vargas, y los marqueses del Priego, quienes le recibieron con afecto y curiosidad, sin dejar de sentir una cierta incomodidad pues era hijo natural y carecía de títulos legales para acceder a la condición de hidalgo. Luego, en 1561, pasó a Madrid donde al parecer vivió pobremente, mientras realizaba trámites ante la Corona para lograr las mercedes que se debían a su padre; en el ínterin conoció y trabó relación con algunas ilustres figuras de la conquista, como el Padre de las Casas, Hernando Pizarro y Vaca de Castro, y con otros capitanes peruleros, como el ya mencionado Gonzalo Silvestre, quien también realizaba trámites similares ante la Corona.

Sus gestiones, que al parecer llegaban a feliz término, fueron entorpecidas por el licenciado Lope García de Castro (quien sería luego gobernador del Perú), el cual, sacando a relucir las crónicas del Palentino y de Gómara, sostuvo que el padre del Inca había sido infiel a la Corona al haber luchado a favor de Gonzalo Pizarro, en Huarina, ayudando a éste a huir y facilitándole su caballo Salinillas. Por más explicaciones y réplicas que hizo a tal acusación, no logró nada.

Desengañado, pidió licencia para volver al Perú (27 de junio de 1563), pero no realizó el viaje: probablemente, por juzgar más segura la protección de su tío Alonso de Vargas, que la que hallase en el Perú de esos días. Estuvo en Montilla hasta fines de 1563, desconociéndose su paradero en 1564. La teoría de Riva Agüero, en el sentido de que en 1564 partió como soldado de España hacia Navarra e Italia, no ha sido comprobada. Lo cierto es que su estancia en Montilla, al lado de su tío Alonso Vargas, se prolongó por muchos años más, habiendo constancia de su permanencia desde principios de 1565 hasta 1591, solo interrumpidas entre 1569 y 1570 por razones de milicia, como enseguida explicaremos. En esa estancia en Montilla completó sus estudios, cortamente iniciados en el Cuzco.

A fines de 1569 se alistó en el ejército español, durante la guerra contra los moriscos sublevados en las Alpujarras. Formaba parte del contingente enviado por el marqués de Priego. Pasó por Sevilla. En esas guerras, el Inca obtuvo grado de capitán, el mismo que luciera su finado padre, sin duda con la satisfacción de haberse hecho un nombre propio en la carrera de armas.

En marzo de 1570 volvió a Montilla, y acompañó a morir a su tío, quien lo favoreció en su herencia. A los pocos días, partió de nuevo a la guerra de Granada, guerra conducida por don Juan de Austria, el hermano bastardo del rey Felipe II. Retornó en julio de ese mismo año. A partir de entonces abandonó la carrera de las armas, probablemente por la poca consideración que se le tenía por su condición de mestizo. Por esos años de 1570 y 1571, el virrey Toledo ordenó el destierro del Perú de todos los descendientes, indios y mestizos —como lo era Garcilaso— de sangre real incaica. Por ello, aunque Garcilaso hubiera querido volver al Perú, no le hubiera sido posible. También por entonces falleció su madre en el Cuzco (1571).

Permaneció en Montilla, salvo breves viajes a Córdoba, Badajoz, Sevilla y otros lugares, hasta 1591. Fueron largos años en los cuales el Inca se embebió en la lectura, su nueva pasión; aprendió el idioma italiano y se instruyó sobre literatura y filosofía del Renacimiento. De entonces datan sus conocimientos de Plutarco, Séneca, Horacio, Julio César, Maquiavelo, Boyardo, Ariosto, entre otros. Aprovechó su permanencia en Sevilla para hacer trasladar hasta allí los restos de su padre, en la Iglesia de San Isidro.

Se entusiasmó con la belleza y hondura de los Diálogos de amor, escritos en toscano por el filósofo judeo-español Yehuda Abrahanel (residente en Nápoles), más conocido como León Hebreo, e inició la labor de traducción. A fines de 1585 debió quedar prácticamente concluida la traducción, realizada en bellísima prosa literaria. El 19 de enero de 1586 dirigió una carta-dedicatoria de los Diálogos al rey Felipe II. Garcilaso esperaba con esta obra literaria —la primera gran labor cultural hecha por un hombre oriundo del Nuevo Mundo—, favores del rey que le permitan vivir de acuerdo con la posición social y la honra que creía merecer.

Paralelamente, esbozaba otros proyectos literarios de mayor envergadura, que después se cristalizarían en La Florida del Inca y Los Comentarios Reales. De tarde en tarde abandonaba su retiro de Montilla para trasladarse a caballo a la villa de Las Posadas, donde se hallaba el conquistador Gonzalo Silvestre, viejo ya y enfermo de bubas, quien le suministraba datos para su crónica de la expedición de los españoles a la península de la Florida, actual territorio norteamericano. Sin duda, por temer la pronta muerte de Silvestre, adelantó este último libro, y entre 1587 y 1589 concluyó lo que se podría llamar la primera redacción de La Florida.

En 1586 murió su tía doña Luisa, viuda de su tío carnal Alonso de Vargas. Así quedó el Inca en posesión de la herencia de don Alonso, consistente, en su mayor parte, en unos censos, impuestos sobre los bienes de los marqueses de Priego. Con el tiempo —sobre todo a la muerte del marqués don Pedro, y su sucesión por el marqués don Alonso— la cobranza de esa renta se hizo difícil y Garcilaso pasó tiempos de poca holganza económica.

En 1590 apareció por fin publicada en Madrid La Traducción del Indio de los Tres Diálogos de Amor de León Hebreo, su primer libro, y la primera obra literaria de alto valor hecha por un americano. Ya por entonces firmaba como Garcilaso Inca de la Vega y se presentaba como hijo del Cuzco, ciudad a la que definió como cabeza de imperio. Aparte de ser estimada como la mejor versión de los diálogos y una expresión de la simpatía profesada por el Inca a la filosofía neoplatónica, dicha obra envuelve un implícito repudio a la violencia desplegada por los españoles en la dominación de América.

En este tiempo, aproximadamente, empezó a reunir las informaciones enderezadas a superar la general ignorancia sobre el Perú, “república antes destruida que conocida”, materiales que después le servirían para componer los Comentarios Reales. Escribió a sus parientes y amigos del Cuzco, solicitándoles datos de los acontecimientos recientes y pasados, las que obtuvo principalmente a través de sus tíos Francisco Huallpa Túpac (materno) y García Sánchez de Figueroa (paterno); acudió también a los lugares donde podía escuchar noticias de viajeros de Indias.

En 1591 se trasladó a Córdoba (probablemente a fines de ese año), donde se estableció definitivamente. Compuso entonces lo que podría llamarse la segunda redacción de la Florida, la cual corrige la primera y la amplía con noticias provenientes de las relaciones de Alonso de Carmona y Juan Coles, soldados de la hueste de Hernando de Soto, redacción que concluyó en 1592, tras la muerte de Gonzalo Silvestre. Paralelamente continuó escribiendo en su forma primitiva, los Comentarios Reales de los Incas (primera parte). Esta obra, originalmente, la concibió como una historia de la cultura incaica, poco atenta a los hechos de la historia política, y dedicada preferentemente, a las costumbres, ritos, ceremonias y "antiguallas" de los antiguos peruanos.

Pensaba dedicar la Florida a su pariente Garci Pérez de Vargas, para lo cual escribió en 1596 la Genealogía o Relación de la descendencia del famoso Garci Pérez de Vargas —aquel famoso capitán de Fernando el Santo, antepasado del propio Inca, y también del destinatario de la dedicatoria—. Al no aparecer entonces la Florida, la Genealogía quedó inédita y no se publicaría hasta el siglo XX.

Por esta época decidió también tomar la carrera eclesiástica y se hizo cargo de la capellanía familiar fundada por el primero de su estirpe en la iglesia parroquial de Granada.

En 1598 o en 1599, le llegó a sus manos los restos de la crónica del jesuita peruano Blas Valera —escritos recuperados del saqueo de Cádiz por los ingleses en 1596—, la cual empezó a usar en la redacción de sus Comentarios Reales de los Incas. En 1602 declaró hallarse terminando dicha obra (en lo que sería su primera redacción). Fueron tiempos de sinsabores y mala salud para el Inca. Probablemente en 1603, escribió la parte referente a la historia política de los incas, la cual se insertó alternadamente, con series de capítulos referentes a la historia cultural, ya redactada. A ésto puede llamarse la "segunda redacción", que culminó a fines de dicho año (aunque en marzo de 1604, hizo unas adiciones más —libro VII, capítulo XXV, y al final del libro IX de los Comentarios Reales—). Luego, el 9 de diciembre de 1604, dió poder a Domingo de Silva para que se editasen La Florida y los Comentarios.

En 1605 apareció en Lisboa La Florida del Inca, relación histórica de la desgraciada expedición que el adelantado Hernando de Soto, y otros capitanes españoles, condujeron a la península de La Florida entre 1539 y 1543, fundamentalmente basada en el testimonio del soldado Gonzalo Silvestre y que, por la viveza de su estilo y el relieve que hace de las virtudes de ambas razas en conflicto (el espíritu indómito de los indios y el espíritu guerrero de los españoles), ha sido considerada como una epopeya en prosa.

En 1609 apareció publicada, también en Lisboa, la Primera Parte de su obra cumbre, los Comentarios Reales de los Incas, impreso en una magnífica edición por Pedro Crasbeeck y dedicado a la princesa Catalina de Portugal, duquesa de Braganza. En esta obra, el Inca quiso cumplir la obligación que a su patria y a sus parientes debía, escribiendo sobre sus gobernantes, costumbres, leyes y religión. Es una obra de madurez plena en la que, al mismo tiempo que se enorgullece de su mestizaje, enaltece de tal manera a los incas al punto de crear una imagen idílica, atribuyéndoles una misión civilizadora.

En el ínterin, Garcilaso, en deplorable situación económica, aceptó el nombramiento de mayordomo del hospital de la Limpia Concepción de Nuestra Señora para enfermedades venéreas, en Córdoba (1605), y continuó componiendo la Segunda Parte de los Comentarios Reales, dedicados a la conquista del Perú, cuya fecha de inicio de redacción no ha sido determinada. Se calcula que a fines de 1612 dicha obra estaba prácticamente concluida. Por entonces, Garcilaso disfrutaba en Córdoba de general estimación y respeto; su nombre merecía también el aprecio de sus paisanos, y así recibía visitas de peruleros distinguidos, como fray Luis Jerónimo de Oré, autor de obras históricas.

De ese año de 1612 data también un prólogo que escribió para un Sermón que publicó del franciscano fray Alonso Bernardino, en honor a San Alfonso (o San Ildefonso) y dedicado al marqués de Priego, don Alonso Fernández de Córdoba (en Córdoba, a 30 de enero de 1612).

Por esos días, el mismo marqués de Priego le pagó una suma bastante crecida que le debía. Con ese dinero, el Inca compró, para ser enterrado allí, la Capilla de las Ánimas de la Catedral de Córdoba (18 de septiembre de 1612). Ya anciano, esperaba su próxima muerte. Esta le llegó en el hospital de la Limpia Concepción, el 23 de abril (fecha aproximada, según Aurelio Miró Quesada) de 1616, diez días después de haber cumplido los 77 años de edad. Anteriormente se creía que murió el día 22, pero resulta más probable el 23. Es decir, el mismo día que Cervantes, y cerca del mismo en el que también murió William Shakespeare, coincidentemente los dos más grandes ingenios de la literatura universal.

En la capilla de las Ánimas de la Catedral de Córdoba sus albaceas grabaron esta lápida:

El Inca Garcilaso de la Vega, varón insigne, digno de perpetua memoria. Ilustre en sangre. Perito en letras. Valiente en armas. Hijo de Garcilaso de la Vega. De las Casas de los duques de Feria e Infantado y de Elisabeth Palla, hermana de Huayna Capac, último emperador de las Indias. Comentó La Florida. Tradujo a León Hebreo y compuso los Comentarios reales. Vivió en Córdoba con mucha religión. Murió ejemplar: dotó esta capilla. Enterróse en ella. Vinculó sus bienes al sufragio de las ánimas del purgatorio. Son patronos perpetuos los señores Deán y Cabildo de esta santa iglesia. Falleció a 23 de abril de 1616.

Al año siguiente (1617), salió a la venta, editada en Córdoba, la Segunda parte de los Comentarios Reales de los Incas, bajo el título de Historia General del Perú (nombre que arbitrariamente le impuso el editor). La impresión ya estaba concluida desde el año anterior, y existe algún raro ejemplar fechado en 1616. Está obra, publicada póstumamente, está dedicada a la Conquista y las consecuentes guerras civiles entre los españoles, donde el autor incluye una rehabilitación de su padre, calumniado ante los personeros de la corona por sus adversarios.

Finalmente cabe agregar sobre la descendencia del Inca. Un documento hallado por Rafael Aguilar y dado a conocer por Aurelio Miró Quesada Sosa, referente a la Capilla de las Animas, con fecha del 6 de marzo de 1624, menciona a Diego de Vargas, al parecer hijo natural de Garcilaso, habido en su criada Beatriz de la Vega, y que oficiaba de modesto sacristán de dicha capilla. Debió nacer hacia el año 1588.

OBRAS DEL INCA GARCILASO

Ni parca ni copiosa la obra de Garcilaso se concreta en las siguientes: "Los diálogos del amor", de León de Hebreo, traducción al español, "Genealogía de García Pérez de Vargas", "La Florida del Inca" y los "Comentarios Reales".

"La Florida del Inca" o “Historia de la Florida”, que antecede en importancia a los "Comentarios Reales", relata las andanzas de los aventureros españoles en la península de la Florida, encabezados por el capitán Hernando de Soto. En ella critica veladamente la política del monarca español Felipe II. "Araucana en prosa" lo llamó Ventura García Calderón y "epopeya real y efectiva", José de la Riva Agüero, éste último uno de los más fervientes exégetas y defensores del Inca. José Durán Flores, otro historiador, se encargó de difundir los valores más saltantes que encierra la obra.

"Los Comentarios Reales" constituye el mejor libro de Garcilaso. Este es denso como una novela, vibrante como una epopeya y claro como una tesis. Dividido en dos partes, la Primera encierra en sus páginas el boato y la grandeza del imperio incaico: historia, costumbres, creencias, religión, filosofía, artes, armas, medicina, gobierno, etc. La segunda parte contiene las hazañas de los conquistadores y la instauración de la colonia. Libro ameno y de estilo indesmayable, su lectura completa debería ser ejercicio obligado de todo peruano.

Convertido en un “betseller”, el primero de un autor nacido en tierra peruana, fue traducido a todos los idiomas occidentales. En la Biblioteca Nacional de París, una de las bibliografías americanas más completas, el Catálogo razonado sobre América y las Filipinas, elaborado en 1867, enumera una veintena de traducciones al francés, inglés, alemán, italiano, holandés, y hay incluso una edición en latín.

La influencia de los Comentarios Reales, ha trascendido más allá de lo estrictamente literario o historiográfico. Su lectura preservó en la memoria colectiva andina el recuerdo del Tahuantinsuyo, actuando como causa de las sangrientas rebeliones indígenas contra el dominio español, hasta que las autoridades dispusieron su prohibición y la recolección de todos los ejemplares (1782). Y aquella obra ejemplar se presenta ante la posteridad como una síntesis de la nueva sociedad que ha surgido desde la Conquista, pues exalta por igual a andinos y a españoles, ingredientes ambos de la nueva realidad mestiza que Garcilaso representa.


CARACTERÍSTICAS GENERALES. APRECIACIÓN CRÍTICA.

Garcilaso empezó a escribir los "Comentarios Reales" hacia 1590. Valióse para esto, como dijimos, de las jugosas informaciones obtenidas a través de Francisco Huallpa y de García Sánchez de Figueroa, entre otros. Además, valíase de cartas amicales y otros documentos peruleros que le llegaban frecuentemente. Hay que añadir a esto las consultas hechas a las crónicas que se conocían hasta entonces, especialmente las del Padre Blas Valera, de Cieza de León, Gómara y otros.

Desde la aparición del libro, hasta la fecha, mucho se ha hablado acerca de la obra y la persona de Garcilaso. Menéndez y Pelayo, sin embargo de reconocer las cualidades de escritor que poseía el Inca, califica peyorativamente de novela fantástica a los "Comentarios Reales". Jiménez de la Espada lo omite al hablar de los cronistas. González de la Rosa lo supone plagiario de Blas Valera y le niega calidad de escritor. Todo el siglo XIX se alzó contra él porque su pluma valiente y sin compromisos acusaba la barbarie de las huestes españolas durante la conquista.

En el Perú, José de la Riva Agüero, Luis Alberto Sánchez, Raúl Porras Barrenechea, Aurelio Miró Quesada y otros, saltaron a la palestra en defensa del gran mestizo. Desde la Argentina se solidarizó el insigne Ricardo Rojas. Hoy goza Garcilaso, como ninguno, de prestigio universal.

La lectura de los "Comentarios Reales" ha influido, aseguran los eruditos, en “La Ciudad del Sol” de Tomás de Campanella, en el "Persiles y Segismunda" de Cervantes, y en "La vida es sueño" de Pedro Calderón de la Barca. Más posteriormente, inspiraría en Marmontel para escribir su célebre “Les Incas” (1777); en Madame de Graffigny para sus románticas “Cartas de una peruana” (1776); en Voltaire para varios de sus cuentos: acaso en Rousseau para su tesis acerca del buen salvaje (1751). El relato del náufrago Pedro Serrano, incluida en el libro primero de la Primera Parte de los Comentarios (que dicho sea de paso es toda una joyita literaria), es muy probable que inspirara a Daniel Defoe para escribir su célebre “Robinson Crusoe”.

Alvaro S. Chiara G.
Lima-Perú